La letra, con arte entra
Las letras como símbolos vocálicos y
consonánticos forman parte del paisaje urbano de las ciudades
modernas desde hace décadas. Se encuentran por todas partes: en los
soportes publicitarios, en las señales de tráfico, en las fachadas
de los establecimientos comerciales, en los lugares más elevados de
algunos edificios y en los accesos a locales, espacios e
infraestructuras públicas.
La primera vez que me interesé por la
tipografía era todavía un niño. No recuerdo que edad tenía, pero
sí el lugar: fue en la gasolinera del puente de la Avenida de Anaga
sobre el Barranco de Tahodio, en Santa Cruz de Tenerife. A la salida
de la gasolinera, que estaba pegada a la entrada a la Finca Ventoso
que ahora da acceso a la urbanización Residencial Anaga y cerca de
la antigua Manigua, aparcaba su vespa un rotulista que esperaba sobre
su asiento a recibir encargos, alguno de los cuales realizaba allí
mismo, cuando se trataba de pequeños trabajos.
Una de las cosas que más me llamaba la
atención era el cariño y el cuidado que ponía cuando el fino
pincel daba forma en su mano a las rectas y curvas de cada letra.
Portaba una caja con pinceles de diferentes tamaños y pinturas de
múltiples colores y también un cuaderno a modo de muestrario de los
tipos de letras entre las que el cliente podía escoger, aunque
también reproducía cualquier otra que le propusieran. Ese amor que
ponía a su actividad me pareció tiempo después heredero del que
podía contemplar en las capitulares y en los dibujos amanuenses de
las hermosas páginas de los códices medievales y en las
inscripciones árabes sobre paredes y techos de monumentos declarados
como Patrimonio de la Humanidad, como la Alhambra de Granada.
Otro recuerdo que conservo como un
tesoro son las letras dibujadas en un panel horizontal situado sobre
el dintel de la entrada principal al Cine Víctor por la Plaza de la
Paz, entre los dos inmensos carteles que anunciaban la película que
se proyectaba durante esos días. Aquellas letras parecían tener
vida propia e invitaban a entrar por una puerta mágica a otra
dimensión, a un mundo de fantasía y de ficción del que solo se
podía salir transformado, como de hecho así sucedía, aunque no lo
percibiéramos como algo trascendental, sino con la felicidad de
haber disfrutado o sufrido, en el caso de las películas de suspense
o miedo, una experiencia increíble.
Todos estas sensaciones regresaron a mi
mente después de haberme entusiasmado de nuevo con la tipografía,
tras haber asistido de manera virtual a una conferencia con un título
muy académico y relativamente poco atractivo para el público en
general, pero de un profundo contenido emocional, “Estudio de los
especímenes tipográficos contemporáneos”, y que fue pronunciada
dentro de la novena edición de los Encuentros con la Investigación
que se celebran a lo largo de este mes de junio en BilbaoArte.
No puedo ser objetivo a la hora de
enjuiciar la presentación, ya que la autora, Leire Gajate Arenas,
graduada en Diseño por la Universidad de La Laguna y máster en
Investigación y Creación en Arte por la Universidad del País
Vasco, es también mi hija, por quien no puedo dejar de sentir una
lógica admiración. Teniendo en cuenta esta circunstancia y en mi
modesto parecer, creo que el éxito de su intervención radicó en
explicar como el arte puede dotar a las letras de la capacidad de
despertar sentimientos y provocar sensaciones, atendiendo a su uso
como vehículos para expresar un mensaje. Dicho de otra manera: no
resulta apropiado utilizar letras góticas para un texto ambientado
en un futuro interplanetario, ni tipografía alienígena para
escribir sobre la época medieval.
Expresado con sus propias palabras: “La
tipografía está presente en nuestro día a día. Tanto en libros
como en películas o en internet los tipos de letra son fundamentales
para saber cuál es el mensaje que nos quieren trasmitir. Pero ¿cómo
sabemos si una tipografía funciona o nos servirá para expresarnos
correctamente? La respuesta está en los «especímenes
tipográficos», unos manuales que ayudan a diseñadores, publicistas
y tipógrafos y que les facilitan la elección y la concordancia,
porque en los especímenes tipográficos se indica de cuántos
caracteres disponen, sus características, idiomas y ejemplos sobre
cómo se pueden aplicar. Apenas inventó Gutemberg los tipos móviles,
los especímenes tipográficos alcanzaron un gran valor entre las
imprentas y así, creciendo poco a poco, pasaron siglos hasta que con
la llegada de internet y las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación, estos manuales, tal y como se elaboraban hasta hace
unos años, han ido convirtiéndose casi en un objeto de
coleccionista frente a las posibilidades que ofrece la selección o
adquisición de tipografías en webs. En este trabajo se ha realizado
un estudio de los especímenes tipográficos de diferentes fundidoras
contemporáneas a lo largo de los últimos diez años, para observar
qué características comunes se utilizan a la hora de realizar un
espécimen tipográfico.”
Después de haber escuchado la
conferencia y releído la investigación de esta joven artista
multidisciplinar, especializada en diseño gráfico, interiorismo,
fotografía e ilustración (ver en https://www.lelega.com/), me surgen diferentes interrogantes
relacionados con la profesión periodística que he venido ejerciendo
a lo largo de varias décadas y la época actual en la que vivimos,
marcada por la crisis provocada por la COVID-19: ¿Están utilizando
los medios convencionales la tipografía adecuada para captar nueva
audiencia? ¿Ven los jóvenes la prensa impresa y digital y los
informativos de televisión como algo arcaico por las tipografías
que utilizan en titulares, textos y rótulos? ¿Estamos en una época
tan cambiante que se necesita una tipografía distinta para cada
nueva generación? ¿Los medios en el futuro podrán y deberán
personalizar la tipografía en función de a quién dirijan su
mensaje?
El periodismo moderno ha vinculado el
arte a la información e igual uno de los problemas de su actual
crisis es que no se atreve a probar nuevos formatos, porque no quiere
perder la audiencia que todavía le queda, pero que inexorablemente
va decreciendo. Esta renovación no está en manos de los que ya
tenemos una edad, sino de esa generación de jóvenes artistas, entre
las que se encuentra Leire Gajate Arenas, preparados para cambiar la
percepción del mundo en el que vivimos, pero a quienes todavía la
sociedad y las empresas no han sabido aprovechar en todo su
potencial.
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