La frase

Talayeras delante de cuevas en Santa Brígida, Gran Canaria. Carl Norman 1893, Archivo FEDAC.

- ¿Quién es?
- Soy yo, mamá. ¡Abre!
- ¡Hija! ¡Qué alegría! ¡No te esperaba! ¿Qué haces por aquí?
- Salí del trabajo y me apetecía hacerte una visita después de haber hablado contigo por teléfono esta mañana y como hacía tiempo que no nos veíamos...
- ¡Estupendo! ¿Estas bien? No traes buena cara.
- Claro que estoy bien. ¿Por qué?
- Tienes ojeras y la mirada cansada.
- Bueno, en eso tienes razón. Estoy bastante cansada.
- ¿Cansada de qué?
- Sobre todo del trabajo, porque cada vez me encargan más tareas, tengo que dedicar más tiempo para resolverlas y no me pagan las horas extras, ni me suben el sueldo. Fíjate la hora que es y hasta hace poco estaba trabajando.
- ¿Has comido? ¿Te veo más flaca?
- Piqué algo al mediodía.
- ¿Te pongo algo?
- De comer, no. Pero te agradezco un vaso de agua.
- Claro. ¿No quieres que te prepare algo?
- Tengo cena en casa y ahora no tengo hambre.
- ¿No quieres comer nada, en serio?
- ¡Noooo! Cuando llegue pongo la mesa, caliento la comida y cenamos todos juntos.
- ¿Qué tal están los niños?
- Bien, aunque hoy no los he visto todavía. Su padre fue a recogerlos al colegio, les habrá dado la merienda y ahora debería estar ayudándolos con las tareas, aunque lo más probable es que esté viendo la tele tumbado en el salón.
- A ver si venís un día todos a verme. El sábado, por ejemplo. Deben estar preciosos.
- Sí, crecen día a día. No paran.
- No me extraña que estés agotada.
- Mamá, no empieces.
- El trabajo, la casa, los niños, tu marido... son muchas cosas y poco tiempo.
- En eso tienes razón, pero es lo que toca ahora, como tú hiciste con nosotros cuando tenías mi edad. ¿O no te acuerdas?
- Claro que me acuerdo, pero no es lo mismo. Eran otros tiempos.
- No te entiendo.
- Yo no estudié más allá de aprender a leer y escribir y las cuatro reglas. No tenía otra opción: o ser madre, o meterme monja, o ser puta.
- ¡Mamá!
- Sí hija, sí. Era otra época, cuando las mujeres sólo podían ser una de esas tres cosas. Tú, en cambio, tienes estudios y un trabajo.
- Y una hipoteca y un montón de deudas para pagar las letras del coche y los electrodomésticos, además de las facturas del agua, la luz, el teléfono, los gastos de la compra, la ropa... Al final, apenas queda es para poder ir de vacaciones unos días al sur o a alguna isla.
- Yo sólo sé que no te veo feliz.
- La vida son etapas y ahora toca sacrificarse por los hijos y ya vendrán tiempos mejores.
- Puede que sí, o puede que no.
- ¿Qué quieres decir?
- Que nadie sabe si mañana va a ser mejor que hoy. Además, y te lo digo por experiencia, cuando las cosas van mal, o tan sólo regular, también pueden empeorar.
- ¡No seas tan negativa!
- Negativa, no. ¡Realista!
- Bueno. No voy a discutir. No sé si las cosas van a mejorar, empeorar o seguir igual. Lo que sé es que ahora toca sacrificarse por los hijos, como tú hiciste con nosotros.
- Y yo te repito que no es lo mismo: Yo no me sacrifiqué entonces para verte así ahora.

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