Paco Palomino in memoriam

Elba García (a la derecha, de rojo) junto a amigos y familiares en torno a 'El Reloj del Siglo' el  domingo 17 de enero de 2020 en la conmemoración del 67 cumpleaños del artista Paco Palomino


Por Elba García

Hace algunos días me desperté con unas ideas muy claras en la mente. No era un sueño, pero, si lo fue, yo no lo recordaba como tal. Con mucha nitidez los pensamientos se sucedían en mi mente como algo espontáneo. Eran tus esculturas las que yo iba contemplando. En un espacio de tiempo, que me pareció breve, las ideas llegaban envueltas en un sentimiento, como si aquellos materiales: piedra, madera, metales o vidrios quisieran expresarse por sí mismos.

Y poco a poco fui viendo de que se trataba: allí había un esfuerzo acumulado vertido en arte puro, que, transformado por tu mano en algo hermoso, confería a los elementos la cualidad de expresar un mensaje: sin duda, el que la inspiración te concedió al momento de realizar tu obra.

Imaginé a 'Isora', anclada en aquel pueblo del Sur; a 'Máquina de la Serenidad', surgida del 'Encuentro Blanco por la Paz' que realizaste en Cabo llanos y hoy porta tu mensaje frente al Teatro Guimerá; a 'Homenaje a la Humanidad', la estrella que gira apoyada en un solo punto con los brazos abiertos, queriendo abarcar el mundo, acogiendo en un gesto amplio a la juventud que camina hacia el futuro por los jardines del Aulario de Guajara de la Universidad de La Laguna; a 'El Reloj del Siglo', que fue instalado en el Museo Lercaro, con sus cien tubos de cristal, uno por año, portando 365 gramos de arena, un gramo por día, para ser liberados a un crisol, destinados a hacerse piedra en las llamas del pasado; a 'Torre de Evolución', en una avenida de Santa Cruz frente a la entidad bancaria que la patrocinó, que luce sus metales y viste de blanco su albañilería: aquel 'Tarag', nombre de un instrumento musical bereber, situado en La Victoria, donde suenan sus notas en las noches tañidas por el viento; a 'Vortex-Vórtice', frente a los ojos de los puentes que la saludan de lejos, que se crece hacia el cielo en una espiral elegante como queriendo acariciar las nubes. Seguiría con la más querida de tus obras, 'Correquetecojo' (la originalidad de esos nombres, tan definitorios), subida a un monociclo atravesando el munfo. ¡Cuántas más son aún!

Y por este mundo has prodigado tu memoria hecha piedra, acero o bronce; elementos que atravesaron el mar para instalarse en otras patrias, enmarcando una plaza, una colina, donde acaso unos pocos sepan decir tu nombre y lo difundan a otras generaciones.

Otros espacios más íntimos y de oración: en varias iglesias, donde la piedra, la madera, el cristal y los metales, bajo la fuerza creadora de tus manos, se transformaron en espacios para recibir y compartir ofrendas: un sagrario, una pila bautismal, una sede, una altar, un ambón...

Tus obras ya son criaturas que hablan por ti. Agradecen el destino que les diste un día y permanecen erguidas hacia el cielo; contemplan las estrellas en la noche y se solazan al calor del verano o se empapan de la lluvia en los inviernos. Todo eso pensé en un momento claro y consciente de mi vida. Mi deseo es que tú participes de esta grata experiencia. Un gran abrazo y toda mi admiración.

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