Juventud literaria, divino tesoro
La literatura parece en ocasiones reservada a personas con mucha experiencia, que han disfrutado con las obras de múltiples autores y autoras y sienten la necesidad de volcar sus vivencias y sentimientos, o de contar lo sucedido a otras personas, en textos que comparten con lectores y lectoras que, en la mayoría de los casos, desconocen.
Pero la literatura es más sencillo que todo eso: consiste en expresar emociones que puedan resultar contagiosas, a ser posible de forma diferente a como lo han hecho hasta entonces los demás escritores y escritoras que han tenido el privilegio de haber podido difundir sus creaciones. Por eso la literatura no tiene edad, aunque los jóvenes sean una minoría, en mi modesta opinión, dentro de esta compleja pequeña fauna humana.
Dentro de este selecto grupo de autores y autoras con poco más de una veintena de años se encuentra Elena de Saá Godoy, cuyo primer libro publicado por la editorial Círculo Rojo lleva por título 'El disparo de la discordia', donde reúne algo más de medio centenar de poemas, algunos de ellos ilustrados y otros engarzados con imágenes, dibujos e incluso música insinuada.
Esta joven escritora escoge la poesía, la más libre de las artes de la palabra, como forma de comunicar su mundo interior y nos revela a través de sus versos cómo siente alguien con voz propia y una mirada limpia dentro de la sociedad actual: “Nací siendo una hormiga/qué se transformó/en una flor que canta,/que baila,y sobre todo/que disfruta de cada/instante como si fuera el último/de mi universo.”
No nace de la nada, sino que toma el testigo entregado por otros autores: “Tengo mariposas/entre los libros/que ya he leído./Los releo y su significado/cambia./Otro mensaje/otra historia./Infinitos los recuerdos/que vuelan en busca de una pasión.” En otro momento revela: “(...)Entendí que para luchar/necesitamos la poesía/en esta época tan dispar/en que se escucha mucho/reggaetón./Te busco en mi piel.../Poesía.”
Emerge como autora comprometida, pero aclara: “Mi única bandera/es la bandera/de la rebeldía./Rebeldía por un mundo/más justo,/más sano,/más amoroso,/donde podamos/hacer uso de la libertad/en toda su plenitud/y donde no/nos echen la culpa/por ser como/SOMOS.” Y da a entender que escribe porque no queda otra opción: “No tenía valentía/hasta que conocí el infierno/que me enseñó a sacar fuerzas./Infierno que muerde/nuestra alma/se lleva nuestro amor/nuestra coraza./Desesperación,/ansiedad./Un túnel sin salida.”
Y asume las consecuencias de entrar en acción: “Es el día./¿Dónde vamos?/A dar un paso al frente./Vamos a saltar de la nube/y vamos a ir de golpe/a la tierra./Nos vamos a hacer daño/y abriremos los ojos/ayudando a las personas/porque en el mundo en que vivimos/no hay compasión ni empatía./quizás,/hay que tener más cariño//para salvar vidas/del abismo...”
Cada impacto físico o emocional deja huella en su piel, pero el dolor acaba por cesar o es aceptado como compañero: “Música que cura las heridas,/poesía envuelta en melodías/arropan la piel/de las amarguras.../Hermosos acordes que llenan el alma.” No obstante, advierte de las secuelas: “Ahogamos nuestra vida/por decir lo siento,/por las promesas/que no pudimos cumplir./Ahogamos nuestra vida/y nos hicieron sentir peor/en eso que llamamos.../¿amor?”
La autora convierte la reflexión en verso como prueba de madurez: “Como la vida misma/nunca sabes qué te va a tocar./Si un día es malo/míralo con buena cara./Si la vida fuera/el azar/seríamos un avión/entre turbulencias.” Y añade: “Eres el caballo que galopa/siguiendo tu corazón./Tu historia es sólo tuya/y nadie la puede cambiar./Eres el que tiene la tinta en tus manos/y decides que contar.” La metáfora equina la impulsa con alas de Pegaso cuando escribe: “Galopad raudos/mis pensamientos/que están volando sobre mi cabeza/que vienen y van./Miedos, angustias, amor, estrés./Pero lo mejor,/superarse./Así que/LEVANTA/baila, canta y sobre todo/VIVE.”
Es entonces cuando alza su mirada: “Sientes que están volando/con alas de cartón./Piedras en un camino/que cuesta moverlas./Con esfuerzo/se transforman.” Pero pretende llegar todavía más lejos: “Sonrisas que miran./Estrellas que parpadean/y tu rostro en el espejo.”
Sin embargo, la escritora no despega del suelo, no levita para seguir conectada a la realidad, a veces cruda, sobre la que caminan sus pies: “Sufriendo por fuera/y sintiendo por dentro/cada emoción que/me origina ver este mundo./Una sonrisa de felicidad./Sin guerras,/sin familias destrozadas/sólo disfrutando de la música./Llenando el alma.” Bendita juventud la suya, divino tesoro.
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