Cuestión de sentimientos e ideas, no de dinero
![]() |
Sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo |
Europa está podrida. La Unión Europea
y los países que la integran están podridos de dinero. Y ese
problema no sé si tiene remedio. Igual se soluciona la crisis
sanitaria del COVID-19 y probablemente se solucione también la
crisis económica posterior, pero las mentes podridas de dinero me
parece que no van a poder curarse. Y esa enfermedad afecta tanto
dirigentes políticos como empresariales y no se trata de una
enfermedad física que pueda paliar un medicamento, sino de una
enfermedad moral.
Imaginen que un vecino que vive en el
piso de enfrente o en el de arriba y al que saludas y con el que te
hablas casi todos los días, con el que no existe una amistad pero sí
una relación cordial, tiene un problema económico. Se ha quedado en
paro, se le acabó la prestación, no consigue trabajo y no tiene
ingresos para alimentar a su familia, ni para pagar gastos esenciales
como electricidad, agua, telefonía, alquiler o hipoteca.
Personalmente no necesitaría que me
pidiera prestado dinero, sino que le ofrecería mi ayuda
desinteresada: una especie de hoy por ti, mañana por mí, o de una
cadena de favores. Sé que no es perfecto, que fuma, se echa alguna
cerveza y algún ron de cuando en cuando en los bares cercanos y que
le he visto echar dinero en las tragaperras, además de que le gusta
vestir con ropa de marca auténtica, no de mercadillo.
Si tengo dudas sobre lo que haría con
el dinero en efectivo, podría ofrecerle pagarle los recibos e ir con
él al supermercado y pagarle la compra, aunque eso tampoco lo haría
porque sería humillante y preferiría hacerle una transferencia para
los recibos si no tiene la cuenta bloqueada por el banco o darle
directamente una cantidad para que saliera del paso y pudiera pagar
sus deudas. Si todos los vecinos del rellano o los que puedan del edificio hacemos lo mismo cada
vez que lo necesite hasta que consiga volver a tener ingresos y le
decimos dónde ir cuando nos enteramos que una empresa necesita
personal a ver si le dan trabajo, al final seguro que poniendo 200 o
300 euros cada uno habremos solucionado el problema. En eso consiste
la solidaridad vecinal.
Esto es algo que no experimentan
aquellos que viven aislados en chalés, 'protegidos' por sofisticados
equipos tecnológicos y acostumbrados a estar rodeados de fuertes
medidas de seguridad. Cada vecindario es un ecosistema único, pero,
en general, la protección también suele ser común y cada uno
protege lo de los demás y viceversa. Si alguien externo ataca a
cualquiera que forma parte del vínculo establecido no escrito, a su
familia, su coche o su vivienda, ataca a todos.
Por eso, lo que no haría nunca es
decirle al vecino que se encuentra en esa situación crítica que los
200 o 300 euros se los voy a prestar y que me los tiene que devolver.
Que le voy a dar una carencia de dos años y que después me tiene
que pagar los intereses acumulados en ese tiempo y más adelante
también los intereses y la deuda y así hasta que se cumplan diez
años o antes, si se recupera antes de lo previsto. Pero, además,
quiero que me facilite las facturas del supermercado para saber en
qué se gasta el dinero y el comprobante del pago de las facturas.
Hacer esto me parecería miserable,
pero esto es lo que proponen algunos países de la Zona Euro para
ayudar a los países que más sufren la crisis del COVID-19. En la
última reunión del Eurogrupo, han acordado prestar hasta 400 euros,
pero no pedir las facturas del supermercado ni los comprobantes del
pago de los recibos. Me da igual, me sigue pareciendo una actitud
miserable.
¿En esto consiste la Unión Europea?
¿Tiene sentido una moneda única dentro de una organización de
Estados sin una emisión de deuda pública común? A la Unión
Europea le falta algo muy importante: alma o, si lo prefieren,
sentimientos humanos. Comenzó siendo una comunidad de comerciantes
para defender sus intereses frente a la competencia de otros países
y no ha cambiado mucho desde esa época cuando se denominaba
Comunidad Europea del Carbón y del Acero. La producción europea de
carbón y acero es residual en 2020, como también es residual la
solidaridad entre países y grandes empresas, que igual si pagaran
los impuestos que se corresponden con sus beneficios, en vez de
hacerlo en paraísos fiscales, sería más fácil solucionar muchos
de los problemas sociales existentes y los que están por venir.
La emisión de los denominados
'coronabonos' no es una cuestión económica, sino una cuestión moral y social sobre cómo deben abordarse problemas puntuales o permanentes
dentro de un vecindario. Y no me gusta el andar de la 'perrita'
europea. Igual habría que empezar a plantearse como ya hicieron los
británicos en sacrificarla para que no sufra, porque verla en este
lamentable estado hace que, a la vez, suframos todos con la evolución
de la podredumbre que provoca su enfermiza obsesión económica y monetaria.
Pues si, amigo Agustín, tenemos un virus (coronavirus) y una enfermedad moral (UE). Hay dinero, pero no hay humanidad. Totalmente de acuerdo con tu artículo.
ResponderEliminar