Atchizen: Migraciones

El ser humano, como muchas otras especies de la naturaleza, tiene un fuerte componente territorial. Cuando encuentra un espacio que le resulta propicio para prosperar, donde puede alimentarse con facilidad y reproducirse, lo coloniza y lo defiende de cualquier intruso de su propia especie.

Podría decirse que esa actitud hostil forma parte de nuestro instinto natural o animal y que siempre estamos dispuestos a proteger a la familia y a las personas que queremos, porque las conocemos, ante la aparición de cualquier amenaza procedente de fuera del entorno en el que nos movemos.

Pero si históricamente hubiéramos sido así de simples, seguramente ya nos habríamos extinguido por un exceso de endogamia. El ser humano actual es fruto del éxito evolutivo de un colectivo capaz de adaptarse a los cambios producidos a lo largo de las decenas de miles de años que lleva sobre el planeta.

En ese proceso de adaptación ha tenido especial relevancia la actitud de quienes se han arriesgado a unir sus vidas a otras personas que desconocían, en busca de nuevos horizontes, no sólo por cuestiones de supervivencia, sino también de convivencia.

Para mí, existen dos tipos de migraciones: las que surgen por causa de una necesidad perentoria o peligro (guerras, hambrunas, plagas, enfermedades...) y las que provienen de la curiosidad, de una fuerza interior que nos impulsa, sin motivo aparente, a explorar otras zonas o experimentar nuevas situaciones, ni mejores, ni peores, sino solo distintas. Esta última suele tener un carácter más individual y coincide con lo que conocemos como espíritu de aventura.

Creo que el ser humano no es cien por cien sedentario, ni cien por cien aventurero. Estamos llenos de matices y que dentro de la vida de una misma persona hay etapas en las que queremos permanecer acomodados y en otras ser nómadas. Son pulsiones que sentimos en determinados momentos y a las que debemos dar una adecuada respuesta en cada ocasión, para no generar frustraciones.

La civilización actual tiende a hacernos sedentarios, porque nos transmite seguridad, pero siempre estaremos indefensos ante lo imprevisible. Tratamos de estar informados sobre todo lo que nos puede afectar, para poder reaccionar a tiempo, pero nada garantiza que nuestra reacción ante una posible adversidad sea la correcta.

Por eso no entiendo que una sociedad global, en la que se predica la libre circulación de capitales y mercancías, no permita la libre circulación de las personas, ya sea por cuestiones de necesidad o por su propia decisión. ¿Tenemos las personas menos valor que un puñado de dólares o que un contenedor lleno de objetos prescindibles?



Mujeres y niños centroeuropeos desplazados en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial


Desde esta perspectiva, resulta todavía más incongruente que alguien que quiera desplazarse desde Oriente Medio o África a Europa tenga que pagar a mafias para que lo trasladen en condiciones y con costes indignos, como si fuera un fardo de cocaína o de cannabis. Ni que quienes hacen el recorrido a pie o con cualquier vehículo propio sean detenidos en su propósito por muros, alambradas, policías y ejércitos.

El ser humano tiene que dar un nuevo salto evolutivo si quiere convertir al planeta en una aldea global. Pero tiene que entender, sobre todo las élites que acaparan el poder político y económico, que existe un límite para todo y que difícilmente vamos a poder sobrevivir, aunque haya quien diga lo contrario, más allá de esta piedra incandescente recubierta en su mayor parte por agua y por una sutil atmósfera que orbita alrededor de una pequeña estrella que denominamos Sol.

Los gurús y 'coaches' que transitan por el mercado global y nos invitan a reinventarnos y arriesgarnos a cambiar nuestras vidas orientándolas hacia los objetivos de las empresas ¿por qué no les dicen a los poseedores de grandes fortunas que ellos también se reinventen y se arriesguen a destinar sus excedentes no a obtener mayores beneficios, sino a la sostenibilidad del planeta y a solucionar los problemas que causan las guerras o la escasez de productos básicos para la población de algunos territorios?

Un pequeño cambio en pocas pero significadas personas sería suficiente para que, en el futuro, todas las migraciones del ser humano fueran voluntarias y desaparecieran las que son impulsadas por la miseria. No sé si un acto de generosidad valiente como éste será posible, pero, hasta que eso ocurra, seguiremos asistiendo al lamentable espectáculo de la expansión de los infiernos sociales, a medida que el dinero cobarde se 'refugia' en recónditos paraísos fiscales.

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