Tegueste: Encrucijada (Cruce de caminos)
Entre los posibles significados de la palabra 'tegueste', con la que se denomina a uno de los pocos municipios sin costa de Tenerife y a uno de los nueve menceyatos que existían en esta Isla en el siglo XV, creo que el más verosímil es el de encrucijada o cruce de caminos, aunque tampoco hay que descartar un significado más complejo y múltiple, vinculado al vocablo 'tegue', utilizado tanto para describir suelos de arcilla blanca y materiales para hacer barro, argamasa o adobe con diferentes usos, como para definir algunas partes del zurrón.
Todos nos hemos encontrados con encrucijadas a lo largo de nuestras vidas y hemos tenido que tomar decisiones, sin tener claro que el resultado constituya un éxito a largo plazo.
Me vienen a la memoria algunas ofertas laborales recibidas por compañeros de profesión, que en algunos casos aceptaron y en otras rechazaron, pero que, en ambos casos, el resultado ha sido similar, y han acabado sin un trabajo estable por el fracaso o la reestructuración de los proyectos empresariales en los que desarrollaban su actividad, debido a factores aparentemente externos como la última crisis.
Las encrucijadas no se presentan sólo a título individual, sino también colectivo, y esas decisiones tienen que ser compartidas por muchas personas, lo que, a priori, acrecienta el riesgo de que lo que se persigue no llegue a prosperar, tanto porque hace falta un mínimo cúmulo de voluntades para alcanzar el éxito, como por la propia estructura de la sociedad a la que van dirigidas y su contexto, unos 'poderes fácticos' que no siempre están dispuestos a aceptar los cambios que se pretenden en origen.
Tendemos a ser más pesimistas que optimistas respecto a los logros obtenidos cuando nos enfrentamos a retos colectivos, pero la historia reciente demuestra que cuando un grupo de personas se siente discriminado, actúa de forma coordinada y consigue la solidaridad de una mayoría de gente, acaba por alcanzar unos objetivos justos, aunque no sean perfectos.
Falta menos de un mes para unas elecciones en este país y siempre una convocatoria democrática constituye una encrucijada para buena parte de la sociedad, la que no está vinculada a los partidos políticos que se presentan a las elecciones o a su ideología.
Las encuestas previas al proceso advierten que el panorama ha cambiado y que nuevas organizaciones están en situación de ocupar cargos de responsabilidad o ejercer una importante influencia en las instituciones que deben ser gobernadas durante los próximos cuatro años.
Los partidos que han venido alternándose en los diferentes gobiernos están perdiendo respaldo social, por la forma en que han venido ejerciendo el poder, la manera de afrontar la crisis y por los casos de corrupción en los que se han visto envueltos, ya sea directamente o por personas con cargos de responsabilidad designadas por ellos.
Algunos de estos casos resultan especialmente execrables, no sólo por los hechos probados, condenados y recurridos de haber destinado recursos públicos a un enriquecimiento particular ilícito, sino por la presión que han sometido a denunciantes y testigos de sus turbios manejos, la mayoría funcionarios, hasta el punto de que algunos de ellos han tenido que pedir traslado y otros, los que ocupaban el puesto de forma interina, han terminado por engrosar las listas del paro.
Y si algo resulta inaceptable para toda sociedad comprometida con sus derechos civiles es que la decencia no tenga premio y que lo contrario no tenga un adecuado castigo. ¿Tan mal está esta sociedad y los sectores que deben generar empleo que no son capaces de ofrecer trabajo digno a una persona que se ha comportado de manera ejemplar, honesta, rigurosa y con principios? ¿Es una casualidad que dirigentes empresariales y sindicales estén también imputados en algunos casos de corrupción o sólo la punta de un putrefacto iceberg?
Creo que el análisis del resultado de los próximos procesos electorales va a ir por ese camino. Más allá de promesas de un futuro bienestar compartido que todos nos merecemos, el voto no comprometido va a ir a parar a iniciativas de regeneración democrática, que propugnan cambiar las reglas, para que nadie pueda intentar sustraer la riqueza que atesora nuestro patrimonio común sin quedar impune.
Probablemente estas nuevas fuerzas políticas no obtengan todo el apoyo que persiguen, porque mucha gente desconfía de su capacidad o de sus verdaderas intenciones, cuando no temen que se trate de una simple sustitución de siglas, pero su presencia por primera vez en las instituciones puede representar, mientras conserven los ideales que dicen defender, el comienzo de un sustancial e imprescindible cambio.
Todos nos hemos encontrados con encrucijadas a lo largo de nuestras vidas y hemos tenido que tomar decisiones, sin tener claro que el resultado constituya un éxito a largo plazo.
Me vienen a la memoria algunas ofertas laborales recibidas por compañeros de profesión, que en algunos casos aceptaron y en otras rechazaron, pero que, en ambos casos, el resultado ha sido similar, y han acabado sin un trabajo estable por el fracaso o la reestructuración de los proyectos empresariales en los que desarrollaban su actividad, debido a factores aparentemente externos como la última crisis.
Las encrucijadas no se presentan sólo a título individual, sino también colectivo, y esas decisiones tienen que ser compartidas por muchas personas, lo que, a priori, acrecienta el riesgo de que lo que se persigue no llegue a prosperar, tanto porque hace falta un mínimo cúmulo de voluntades para alcanzar el éxito, como por la propia estructura de la sociedad a la que van dirigidas y su contexto, unos 'poderes fácticos' que no siempre están dispuestos a aceptar los cambios que se pretenden en origen.
Tendemos a ser más pesimistas que optimistas respecto a los logros obtenidos cuando nos enfrentamos a retos colectivos, pero la historia reciente demuestra que cuando un grupo de personas se siente discriminado, actúa de forma coordinada y consigue la solidaridad de una mayoría de gente, acaba por alcanzar unos objetivos justos, aunque no sean perfectos.
Falta menos de un mes para unas elecciones en este país y siempre una convocatoria democrática constituye una encrucijada para buena parte de la sociedad, la que no está vinculada a los partidos políticos que se presentan a las elecciones o a su ideología.
Las encuestas previas al proceso advierten que el panorama ha cambiado y que nuevas organizaciones están en situación de ocupar cargos de responsabilidad o ejercer una importante influencia en las instituciones que deben ser gobernadas durante los próximos cuatro años.
Los partidos que han venido alternándose en los diferentes gobiernos están perdiendo respaldo social, por la forma en que han venido ejerciendo el poder, la manera de afrontar la crisis y por los casos de corrupción en los que se han visto envueltos, ya sea directamente o por personas con cargos de responsabilidad designadas por ellos.
Algunos de estos casos resultan especialmente execrables, no sólo por los hechos probados, condenados y recurridos de haber destinado recursos públicos a un enriquecimiento particular ilícito, sino por la presión que han sometido a denunciantes y testigos de sus turbios manejos, la mayoría funcionarios, hasta el punto de que algunos de ellos han tenido que pedir traslado y otros, los que ocupaban el puesto de forma interina, han terminado por engrosar las listas del paro.
Y si algo resulta inaceptable para toda sociedad comprometida con sus derechos civiles es que la decencia no tenga premio y que lo contrario no tenga un adecuado castigo. ¿Tan mal está esta sociedad y los sectores que deben generar empleo que no son capaces de ofrecer trabajo digno a una persona que se ha comportado de manera ejemplar, honesta, rigurosa y con principios? ¿Es una casualidad que dirigentes empresariales y sindicales estén también imputados en algunos casos de corrupción o sólo la punta de un putrefacto iceberg?
Creo que el análisis del resultado de los próximos procesos electorales va a ir por ese camino. Más allá de promesas de un futuro bienestar compartido que todos nos merecemos, el voto no comprometido va a ir a parar a iniciativas de regeneración democrática, que propugnan cambiar las reglas, para que nadie pueda intentar sustraer la riqueza que atesora nuestro patrimonio común sin quedar impune.
Probablemente estas nuevas fuerzas políticas no obtengan todo el apoyo que persiguen, porque mucha gente desconfía de su capacidad o de sus verdaderas intenciones, cuando no temen que se trate de una simple sustitución de siglas, pero su presencia por primera vez en las instituciones puede representar, mientras conserven los ideales que dicen defender, el comienzo de un sustancial e imprescindible cambio.
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