Personas queridas y queridas personas

 


Decir sí a una propuesta siempre supone un cambio de impredecibles consecuencias, o quizá no tanto, en la vida de la persona que asevera, frente al inmovilismo que supone una negativa. Esta es la historia de un afortunado sí y de lo que sucedió inesperadamente, pero también de manera muy gratificante, a raíz de ese compromiso verbal.

Todo comenzó el 28 de abril de 2022 (gracias whatsapp por conservar las conversaciones) cuando la escritora Cristi Cruz Reyes me envió el siguiente mensaje: “Buenos días, Agustín. Se me metió un proyecto literario en la cabeza hace dos años y ahora estoy arrancando. Sería una publicación conjunta de relatos y poesía, no vinculada a ningún organismo o asociación. Se trata de un homenaje particular a los mayores. Me gustaría contar contigo.”

A aquella proposición contesté: “Claro, pero espero que no sea urgente, porque estoy de viaje.” A partir de ahí se sucedieron los mensajes por diferentes vías y concretamos la entrega del texto y sus dimensiones antes del 1 de septiembre de ese año. Decenas de conversaciones después y un incendio que se quedó a un par de kilómetros de la puerta de mi casa, envié el 30 de julio mi relato, titulado '¡Trato hecho!', junto con mis disculpas por haberme pasado del límite establecido para cada autor en una página y media.

El 20 de septiembre el libro, que contenía textos de diez autores, estaba listo para maquetar, pero volvía a estar de viaje y con un huracán acechando a pocos kilómetros de donde me encontraba en esos momentos, cuando sentía que mi vida estaba repleta de turbulencias. A mi regreso sano y salvo revisé el relato tal y como quedaba en las páginas asignadas y propuse algunas modificaciones que se acabaron por incorporar a la narración y darle su forma definitiva el 7 de octubre de ese mismo año. A partir de ahí, solo cabía esperar a que la imprenta terminara su trabajo y entregara la edición, lo que vino a suceder en fecha cercana a las Navidades, el 23 de diciembre concretamente.

Pasadas las fiestas comenzamos a sondear posibles lugares donde hacer la presentación de la nueva obra, titulada 'Momento de cosecha', y como la recaudación por la venta de ejemplares se iba a destinar a los asilos de Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna, consideramos que debíamos hacer actos en ambas ciudades. Después de diferentes gestiones, se decidió que las presentaciones serían el jueves 26 de enero de 2023 en el Espacio de Periodismo y Comunicación de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz de Tenerife y el miércoles 1 de febrero en el salón de actos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en La Laguna.

Tocaba entonces hacer la difusión de los actos a través de los medios de comunicación y en esa labor contacté, entre otros, con Chema Tante, que desde hace décadas difunde contenidos sociales a través de la revista digital 'La casa de mi tía'. Hacía muchos años que no sabía nada de él personalmente, aunque su publicación es referencia en algunos foros que se celebran en la Universidad de La Laguna, por la calidad de los artículos que contiene y el prestigio de las personas que los elaboran.

Su magnífica predisposición de siempre me impulsó a regalarle uno de los ejemplares que yo iba a adquirir, pero él lo rehusó y me pidió que, en cambio, se lo entregara a la biblioteca del Centro de Mayores La Dehesa de Santa Cruz de La Palma y que incluyera dedicatorias de todos los autores que fuera posible. Acepté ese reto, junto al de llevarlo personalmente hasta allí y celebrar un breve encuentro con los residentes de la institución.

La fecha escogida fue el pasado 1 de marzo de 2023, poco después de regresar de otro viaje, y el acto no pudo resultar más entrañable y emotivo. Mi pequeña aportación fue correspondida con un afecto y una generosidad inesperados por su inmensidad. Acompañado por el responsable de la biblioteca, el residente Juan Martín, pude conocer de primera mano la labor que allí desarrollan. No se trató de una visita protocolaria, sino de algo mucho más profundo y sentido.

La covid-19 había aislado a aquellas personas no sólo de sus familias y amistades, sino también de otras personas que podrían haber conocido si se hubieran podido sentar en un banco de una plaza o de un parque, o en una silla a la puerta de casa, como se hacía antes, para ver pasar a la gente y entablar conversación tanto con vecinos como con desconocidos que pasaran por allí delante.

Aquello fue un reencuentro con una realidad que la pandemia les arrebató con medidas que trataban de protegerles, pero que, a su vez, les alejaba de las actividades cotidianas de una sociedad en evolución. Todavía hoy algunas de esas medidas siguen vigentes, aunque son menos restrictivas, y los visitantes como yo y las personas que vienen de fuera deben seguir llevando mascarilla para evitar contagios innecesarios.

Lo que me encontré allí fue a una gran familia integrada por muchas personas dedicadas a dar cariño y recibir cariño. No todas viven o trabajan en el Centro, pero están pendientes de aportar su grano de arena al proyecto, como en el acto que se había convocado. Fueron los casos de Nieves María Hernández Pérez, vicepresidenta cuarta del Cabildo de La Palma y responsable del Área de Acción Social, Igualdad, Diversidad y Juventud de la institución insular, y de Pilar Fernández García, coordinadora del Área de Bibliotecas Municipales del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma.

Su presencia mostraba tanto su cercanía con el acontecer del Centro como su respaldo a la labor del equipo de profesionales que desarrolla allí su actividad: Cali Rodríguez, la directora; Helena Álvarez, la gerente; Mari Carmen Álvarez, la psicóloga; Áurea Rodríguez, la coordinadora de Animación; Roxani Martín, voluntaria de la Asociación Mojo de Caña que nos cedió el tiempo de su actividad para la presentación; el personal de Animación e integrantes del Programa NOE (Nuevas Oportunidades de Empleo) del Gobierno de Canarias y todo el conjunto de trabajadores sin cuyo esfuerzo, valores humanos y compromiso no hubiera sido posible crear la atmósfera afectiva que se respira en ese lugar.

El propio acto de presentación resultó tan participativo como ameno, incluida la lectura de un pasaje sobre el naufragio del Valbanera por parte del residente Rubén, gracias también a las abrumadoras muestras de cariño hacia quien suscribe, que quedaron reflejadas en una imagen enmarcada para el recuerdo obsequiada por la directora Cali Rodríguez y en la entrega por parte del escritor residente Neido Hernández Rodríguez del libro del que es autor titulado 'Repercusiones de la Guerra Civil'.

Como consecuencia de esta experiencia, me atrevo a escribir la siguiente carta dirigida a todas las personas de bien que dispongan de algo de tiempo libre, aún con el riesgo de que la propuesta que contiene no resulte fácil de llevar a la práctica.


Queridas personas:


Durante la primera mitad del siglo XX surgió una generación de hombres y mujeres que, en muchos casos sin ser conscientes de ello, trabajó denodadamente y en circunstancias muy adversas (guerras y conflictos sociales) para construir una sociedad en la que la vida de sus descendientes fuera mejor que la que le tocó sufrir a esa generación.

No fueron personas perfectas, como tampoco las actuales generaciones lo son, y de tanto luchar a muchas se le acabaron la fuerzas y, en algunos casos, también las mañas. Pero lo que no se les ha acabado es el cariño, que ofrecen a raudales a conocidos y desconocidos. No basta con que hoy estén bien atendidos, alimentados y cuidados. Lo material es importante, pero sólo hasta el punto de tener cubiertas algunas necesidades básicas: techo, comida, bebida, aseo, hábitos saludables, medicinas, tratamientos para disponer de calidad de vida y algo de entretenimiento.

Pero los humanos somos seres trascendentes y emotivos y las sociedades actuales han surgido precisamente por la creación de lazos afectivos muy fuertes. En las culturas ancestrales, la figura del anciano era venerada, porque era un cúmulo de sabiduría como también sucede ahora, pero parece que en una sociedad materialista esa concepción de la realidad carece de sentido, porque ese conocimiento emocional limita el desarrollo comercial de una economía global impersonal creada por sociedades anónimas.

Sin embargo, las personas que atesoran más edad han sobrevivido a situaciones límite y pueden darnos muchas y buenas lecciones sobre como salir adelante en condiciones muy desfavorables, como las que se vaticinan como consecuencia de la crisis climática a causa de las masivas emisiones de dióxido de carbono o del inicio de un proceso natural de inversión del campo magnético terrestre.

Por eso, animo a todas las personas de cualquier edad que se pongan en contacto con la dirección y el personal de las residencias y centros de mayores, para acudir en la forma que establezcan y de manera organizada a conocerles, escucharles, intercambiar ideas y conocer sus experiencias. Porque quizá lo que nos digan no queramos oírlo, pero ese consejo o información puede que llegue a salvanos la vida propia o la de alguno de nuestros descendientes.

La iniciativa podría denominarse 'Voces que salvan vidas' y trascender incluso al conjunto de la sociedad a través de publicaciones periódicas y medios de comunicación. Nuestros mayores no están todavía muertos, ni tampoco de parranda, y muchos aún tienen una función social que desean cumplir heredada de sus antepasados.

Las guerras no dejan de asolar algunas partes del planeta y por eso las “batallas de los abuelos” siguen siendo las nuestras, hasta que decidamos en conjunto ser mejores personas y encontremos la fórmula para acabar con los conflictos, en el seno de una sociedad justa, libre y equitativa como la que ellos y otros muchos antes que ellos soñaron.


Un afectuoso saludo,


Agustín Gajate Barahona


Fotos: Roxani Martín y Mari Carmen Álvarez Castro

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