El alma de Fayna, la canaria


El creador multidisciplinar Francisco Lezcano Lezcano (pintura, escultura, murales, dibujo, fotografía, cómic, poesía, narrativa de ciencia ficción y artes escénicas, hasta ahora) aborda un nuevo reto literario con la publicación de la novela histórica 'Fayna, la canaria', editada conjuntamente por Ediciones Aguere e Idea.

¿Qué impulsa a una autor consagrado no sólo dentro del ámbito nacional, sino también internacional, a dedicar ya octogenario un par de años de trabajo, investigando y documentándose, para embarcarse en un proyecto tan arriesgado como es relatar aspectos de una de las etapas más oscuras de la historia de Canarias?

Después de haber leído su libro, a mí no me cabe ya ninguna duda: la fuerza y el valor de los sentimientos... y no sólo me refiero a los propios, a los personales del autor, sino, sobre todo, a los que se comparten dentro de una comunidad, dentro de una sociedad.

Cuando se inicia la aventura de adentrarse en las primeras páginas de 'Fayna, la canaria', después de dos breves relatos que ya ponen al lector en antecedentes sobre lo que le espera y que no guardan relación directa con la trama de la novela, lo primero que se aprecia es un penetrante olor a mar, a ese océano tan presente en la obra de Julio Verne y que recuerda a las lecturas de verano durante la juventud.

Tras ese comienzo marinero, se inicia un viaje dentro de cualquier expedición 'comercial' de mediados y finales del siglo XV, donde lo que se pretende no es un intercambio justo de productos, sino conseguir llenar la bodega del barco con todo aquello que fuera susceptible de ser vendido a buen precio en cualquier puerto europeo y generar pingües beneficios, incluidos los esclavos que se pudieran capturar, con especial predilección por los niños y niñas, a los que se les podía formar en las tareas que requerían las familias adineradas y adoctrinar en la fe cristiana.

Avaricia y necesidad guían estas expediciones, previas y contemporáneas a la ocupación y sometimiento de las poblaciones que habitaban Canarias desde la Antigüedad y que se llevó a cabo de manera organizada y sistemática desde la Península Ibérica, como sucedería posteriormente con el Continente Americano.

A partir del desembarco en la isla de Tamarán, el ritmo narrativo pasa de ser mecido o zarandeado por las olas a ser mucho más intenso y, en ocasiones, vertiginoso. En esta parte se agradece la maestría descriptiva del escritor, porque no se deja atrapar por los odios entrecruzados de algunos de los personajes y no los traslada al lector, sino que sólo los presenta como una parte, aunque fundamental, de los hechos que describe.

De esta manera, puede contraponer los odios causados entre la población local por la rapiña, asesinatos y secuestros sufridos, frente a los importados por los recién llegados, originados por una ambición desmedida y el desprecio por las culturas ancestrales, lo que ha causado muchos de los males que asolan actualmente el planeta.

Es de agradecer el uso por parte de los personajes isleños de palabras en lengua guanche, lo que aporta mayor realismo tanto a la historia como a la protagonista, Fayna, una mujer esclava que anhela volver a ser libre entre su pueblo, sobre la que se articula y fluye toda la novela y que en uno de los últimos capítulos de la obra pronuncia al amanecer una oración al Sol, que muestra el alma de un pueblo vencido por piratas y mercenarios de la peor estirpe, asociados y financiados por reyes y prestamistas, bendecidos por la iglesia y dotados con el mejor armamento de la época.

Frente a esta tropa, hombres y mujeres semidesnudos pero dignos, orgullosos descendientes y trascendentes de una cultura milenaria, con sus virtudes y sus miserias, de la que sólo quedan algunos escasos aunque maravillosos recuerdos de su grandeza, como ese pequeño tesoro lingüístico que nos deja 'Fayna, la canaria': “Tanemir uhana gec magec enehana benijime harba enaguapa acha avezan”.

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