Tailten: Dudas
Soy una persona de
dudas. No de dudas paralizantes o desestabilizadoras, sino de dudas
razonables y consecuentes. Dudo sobre casi todo, especialmente sobre
las teorías conspiratorias y los hechos consumados. Dudo también
sobre la fe y el conocimiento humanos, porque siempre me parecen
insuficientes e incompletos. Dudo tanto, que hasta he dudado durante
días si debía escribir este artículo, pero al final he llegado a
la conclusión que prefiero compartir mis impresiones y mis
sensaciones que callármelas, que para eso está la libertad de
expresión, eso sí, tratando de no ofender ni herir a nadie por
tratarse de una cuestión delicada.
Mis nuevas dudas
nacen de un suceso desagradable: el suicidio de un personaje público,
el ex presidente de Caja Madrid Miguel Blesa. Lo primero que me
sorprendió fue que en la primera noticia distribuida por una agencia
de prensa ya apuntaba la hipótesis del suicidio, cuando, en estos
casos, los medios de comunicación suelen ser bastante precavidos en
el uso de esta palabra, tanto en los titulares como en los textos
informativos.
Me extrañó aún
mas la celeridad con la que se realizó la autopsia y la publicación
de sus conclusiones, que confirmaban la tesis del suicidio. Y, por si
fuera poco, también me asombró la celeridad con la que fueron
incinerados los restos de esta otrora influyente y relevante figura
nacional de la economía y las finanzas, cuyo cuerpo quedaba reducido
a cenizas al día siguiente de su fallecimiento.
El propio relato
de los hechos relacionados con el suceso me sigue dejando perplejo,
ya que según lo publicado, Miguel Blesa había llegado a la finca
donde encontró la muerte de madrugada, se había levantado y
desayunado, para luego decirle a su anfitrión que iba a cambiar el
coche de sitio para que no se calentara con el sol, no sin antes
darle el número de teléfono de su mujer por si tenía necesidad de
llamarla. Una vez en el vehículo no sabemos si llegó a ponerlo a la
sombra, sólo que sacó una de sus escopetas del maletero, fue con ella
hacia la parte delantera del automóvil y parece ser que, apoyado en
el capó, se disparó de forma certera en el corazón.
No me gustan las armas y no tengo
ninguna. Tampoco me gusta la novela negra, ni he tenido jamás
tentaciones suicidas, por lo que la historia me resulta de lo más
extraña. No discuto la profesionalidad de los cuerpos y fuerzas de
seguridad del Estado, ni de los médicos forenses que hicieron la
autopsia, ni de las autoridades judiciales que dieron por cerrado el
caso. Tan sólo quiero manifestar mi estupor sobre cómo se ha
desarrollado todo y las múltiples preguntas que surgen de mi mente a
este respecto.
¿Puede una persona procesada y
condenada en primera instancia por cualquier delito estar en posesión
de armas de fuego? ¿Existe un control eficaz sobre quienes tienen
armas de fuego en este país? A esta segunda pregunta voy a responder
ya que no, por mi propia experiencia, ya que conozco al menos a dos
personas que he visto pagar las tasas por licencias de armas , una de
las cuales presentaba una personalidad inestable e irascible,
mientras que a la otra le temblaban las manos, por no hablar de una
tercera con espasmos musculares o tics nerviosos evidentes que
también estaba en posesión de un arma cuando la vi por su trabajo.
Otras preguntas de difícil respuesta
que me hago son: ¿Qué pudo impulsar a Miguel Blesa a suicidarse?
¿Por qué nadie de su entorno cercano lo acompañó a la finca esa
madrugada o al coche esa mañana? ¿Beneficia a alguien la muerte de
Miguel Blesa? ¿Tomó alguna sustancia en el desayuno que le hiciera
perder la razón? ¿Dejó de tomar esa mañana o en días anteriores
alguna sustancia o medicación que le causara una repentina angustia
o depresión? ¿Se hicieron al cadáver análisis toxicológicos para
conocer si había alguna sustancia anómala en su organismo? En el
caso de que se hicieran ¿era pertinente incinerar el cadáver poco
después de la autopsia o era mejor esperar a los resultados de
dichos análisis y tener el cuerpo a disposición de la justicia para
realizarle nuevas pruebas si fuera necesario? ¿Se guardaron muestras
ADN para cotejarlas con las de la familia para corroborar que el
cadáver era el de la persona identificada como Miguel Blesa? ¿Hay
protocolos de investigación, forenses o judiciales para casos de
suicidio? ¿En caso de de que los hubiera sirven para recabar datos
que ayuden a prevenir futuros suicidios de otras personas o mejorar
el conocimiento de este fenómeno?
Cualquier muerte constituye una
tragedia emocional, aunque se trate de una persona de avanzada edad,
porque el cariño no conoce de ciclos vitales ni de causas
excepcionales. Pero el suicidio tiene además otras connotaciones
religiosas y sociales que, por regla general, conducen a las familias
a tratar de ocultar un final de estas características y a los medios
de comunicación a evitar informar de ello de manera explícita. ¿Por
qué entonces desde el primer momento se habla de suicidio? ¿Dio la
familia su consentimiento o nunca se la consultó? ¿La información
inicial fue elaborada por becarios o se consultó a altas instancias
políticas sobre el mensaje a difundir por tratarse de un personaje
de notoriedad pública?
Según
los libros de estilos de los más prestigiosos periódicos nacionales
y de TVE, así como las directrices de la Organización Mundial de la
Salud (OMS), ¿fue correcta la forma de difundir la noticia? ¿Y
fueron correctas las reacciones posteriores y su difusión culpando a
la presión mediática o social de la conducta suicida del finado?
Puede
que alguna de estas preguntas ya tengan respuestas y no hayan sido
difundidas, pero el hecho de que ningún medio de comunicación tenga
dudas, me plantea nuevas dudas, sobre todo después de documentarme
sobre cómo tratan los suicidios las empresas y profesionales de la
información y las recomendaciones a este respecto por parte de
organismos e instituciones, por el dolor suplementario que causa a
familiares y amigos. A este respecto me parece muy interesante el
reportaje del periodista Sergi Escudero titulado 'El
tabú del suicidio. Los medios de comunicación tienen como norma no
dar la noticia', que puede consultarse en
http://www.fronterad.com/?q=tabu-suicidio-medios-comunicacion-tienen-como-norma-no-dar-noticia,
y que ofrece algunos datos reveladores, como que según la OMS,
alrededor
de un millón de personas se suicidan cada año en el mundo, lo que a
juicio de algunos expertos revela un fallo en el sistema que no
interesa divulgar a las autoridades políticas.
En
España se se aprobó por unanimidad el 6 de noviembre de 2012 en el
Congreso de los Diputados una Proposición No de Ley a iniciativa de
UPyD destinada a promover acciones y objetivos para la prevención
del suicidio. A pesar del apoyo de todos los grupos parlamentarios,
hasta la fecha no existe constancia de la puesta en marcha de
iniciativas concretas en este sentido, que desarrollen los distintos
agentes sociales y abarquen ámbitos como la educación, la sanidad,
las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación, entre otros
colectivos.
El
problema se complica si se tiene en cuenta que cada cultura aborda
desde perspectivas diferentes el suicidio o la eutanasia, con la
diferencia de que el primero comporta un acto de violencia, por lo
que en las sociedades occidentales se asocia al delito y al pecado,
aunque actualmente también se vincula a la enfermedad mental.
Además, entre algunos colectivos prevalecen prejuicios como que el
suicidio es hereditario o inevitable, como una especie de maldición
de sangre.
Algunos
teóricos lo explican como la máxima expresión de la rebeldía o el
rechazo social, ya que lo interpretan no sólo como una forma de
morir, sino como una acusación. Y en caso de que fuera así: ¿A
quién intenta acusar Miguel Blesa? ¿A los medios de comunicación?
¿Al sistema judicial? ¿A los que le promovieron hacia los cargos de
responsabilidad desde los que ejerció una forma muy destructiva de
poder?
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