Guantineyto guesten: carreteras adoptadas

Los viajes nos permiten conocer como se organizan otras sociedades y como intentan resolver problemas cotidianos y otros más complejos, pero en ambos casos similares a los nuestros. En ocasiones las soluciones parecen tan simples que uno no puede menos que preguntarse: ¿cómo no se nos ha ocurrido esto antes?

En todos mis viajes recorro miles de kilómetros de carreteras y puedo afirmar con toda veracidad y rotundidad que en estas islas, pero sobre todo en Tenerife que es la isla en la que vivo, la situación actual del viario público es la peor de cuantas he transitado en los últimos diez años. Y excluyo de esta afirmación las calles o caminos empedrados por motivos históricos, porque en eso estamos equiparados todos los países.

Resulta especialmente preocupante el estado de algunos tramos de autopista y de carreteras principales muy transitadas. Un ejemplo lo sufro a diario en la TF-5 en diferentes puntos, pero hay una zona que está obligando a cambiar la forma de atravesarla a muchos conductores, entre los que me encuentro.

Soy de los que me gusta conducir tranquilo por el carril derecho de la autopista a unos 90 kilómetros por hora cuando la velocidad máxima permitida es superior, pero cuando llego a la altura de Guamasa no me queda más remedio que acelerar para pasarme al carril izquierdo y ponerme a adelantar hasta llegar a la salida de Los Naranjeros.

Y no soy el único que lo hace. Cuando hay poco tráfico, los pocos coches que circulamos por la vía nos pasamos todos a la izquierda, dejando el carril derecho vacío y evitando así los botes que provocan baches, socavones, grietas y surcos que abundan en este tramo.

El peligro es cuando hay tráfico y conductores de coches y motos a los que les gusta superar los límites de velocidad marcados, no respetan la distancia de seguridad y no dudan en intentar adelantar por la derecha como si tuvieran una urgencia vital y luego pierden el tiempo en abroncar al prójimo de manera irracional, como si fueran los dueños de la autopista.

Pasan los meses y los años y la situación de éste y otros tramos cada vez es peor desde el punto de vista de la seguridad viaria, por las extrañas maniobras de los conductores para evitar meter las ruedas donde el deterioro del asfalto es mayor.

Es posible que el arreglo ya esté presupuestado y que se ejecute en breve y que no se haya podido hacer nada antes por falta de fondos públicos, pero ¿es necesario esperar a que haya dinero para tomar alguna decisión política o existen otras alternativas?

En algunos países piensan que existen alternativas al reasfaltado completo de una vía cuando hay pocos o ningún recurso. En Finlandia se han especializado en bacheados parciales y encontramos centenares de kilómetros de vías en los que sólo sabemos que han sido arreglados por el diferente color del asfalto, pero a la hora de rodar apenas se nota diferencia entre el firme original y el nuevo.

En Noruega ponen peajes en los tramos donde se renueva el asfalto o se mejora el trazado, por lo que el arreglo lo pagan mayoritariamente los usuarios de estas vías. Estos peajes no interfieren en la circulación, sino que consisten en la instalación de unas cámaras que fotografían las matrículas de los vehículos y luego una empresa de cobro envía la factura al propietario por email o sms para que pague a través de una transferencia desde su cuenta o con tarjeta de crédito de manera segura y sencilla.

Pero donde me parece más imaginativa la solución que he encontrado hasta ahora ha sido en la Columbia Británica, en Canadá, y en Alaska, en Estados Unidos. En las carreteras y autopistas de ambos países se pueden ver carteles invitando a adoptar un tramo de dicha vía. Y este llamamiento ha tenido éxito, porque en algunos puntos debajo de esos carteles aparecen nombres de empresas o de familias que han aportado dinero para la conservación de la carretera.

Yo no estoy en disposición económica de contribuir al sostenimiento de una vía pública más allá de los impuestos y tasas de circulación que pago religiosamente todos los años, pero pienso que igual a algunas empresas turísticas y de transporte de pasajeros podría interesarles patrocinar una iniciativa de estas características, porque así mejoran su imagen y la de la isla, con la finalidad de que nuestros visitantes se llevan un mejor recuerdo de nuestras carreteras que el que pueden tener actualmente y regresen cuanto antes para volver a disfrutar con nuestros paisajes, atracciones, gastronomía y otras singularidades que no consistan en proporcionar temblores al cuerpo mientras se transita por una carretera.

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