Mayaguere haraguañac: Democracia devaluada


Las recientes elecciones de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno de España no creo que sean fruto de la casualidad o de un cúmulo de circunstancias, sino que revelan un profundo problema de los sistemas democráticos que hasta ahora se han creado sobre nuestro planeta, incluso desde su origen en la Grecia Clásica, aunque existe constancia de que muchos pueblos de la antigüedad se organizaban ya en torno a asambleas o que tomaban las decisiones de forma común.

Si echamos la vista atrás y leemos los textos de historia, la democracia es una excepción y lo más habitual es la perpetuación de dictadores, tiranos o reyes omnipotentes, que imponían su voluntad a sangre, hierro y fuego. No ha sido hasta los siglos XIX y XX cuando las sociedades más avanzadas han optado de forma generalizada por esta fórmula para elegir a sus gobernantes, aunque en algunos momentos sus instituciones hayan sido usurpadas por dictadores elegidos en las urnas con trágicas consecuencias.

La democracia es un sistema de organización imperfecto, como el propio ser humano, dentro del cual éste intenta ser mejor: más creativo, más feliz, más culto, más solidario, más comprometido, menos violento... Pero para alcanzar ese estado de mejor persona se precisa algo fundamental: una Educación con mayúsculas, pero esa Educación con mayúsculas no se imparte sólo en las escuelas, sino también en las casas y en las calles, sobre todo en las calles.

Porque precisamente es en las calles, plazas y bares donde se discute de manera informal sobre cualquier cuestión de actualidad. ¿Y sobre qué se debate en estos improvisados foros? Por lo que vengo escuchando últimamente, las conversaciones predominantes no abordan problemas sociales como el desempleo, la corrupción, el cambio climático o los conflictos bélicos.

En líneas generales, los hombres hablamos de fútbol y de algún que otro logro deportivo en otras disciplinas, como en tenis, motociclismo o automovilismo, mientras que las mujeres conversan sobre cuestiones relacionadas con los sentimientos, la familia, las amistades o la apariencia física.

El inconveniente de hablar dentro de un grupo en un entorno abierto y público sobre cuestiones de política es que siempre interviene alguien ajeno para aportar su 'sapiencia' con alguna rancia frase hecha o refranillo, dentro de los cuales compila todas las soluciones imposibles a los retos que tiene planteados el ser humano contemporáneo.

Si todo nuestro conocimiento cabe dentro de una simple frase y no hablamos ni decidimos sobre lo que nos preocupa, sino sobre lo que nos entretiene, entonces los sobreinformados ciudadanos y ciudadanos del siglo XXI tenemos un serio problema: vamos a elegir para que nos gobiernen a quienes nos caigan más simpáticos o menos antipáticos y no a las personas que mejor pueden ayudarnos.

Y si a esto sumamos que no se presentan como candidatos o candidatas las personas más cualificadas sino las más ambiciosas y mentirosas, entonces habremos devaluado la democracia a un mero procedimiento administrativo, que no requiere de participación ni vigilancia colectivas, por lo que acabará siendo sustituida por algún nuevo modelo de dictadura, como ya ocurrió en el pasado, porque la forma de organización que parece más eficaz al pensamiento simple es aquella en la que uno sólo manda y los demás obedecen.

Hasta que el vasallaje resulte insoportable generación tras generación y se produzcan nuevas y sangrientas revoluciones en busca de recuperar libertades históricas que se perdieron por no seguir luchando por ellas día a día de forma pacífica y organizada, y no siglo a siglo o milenio a milenio de forma compulsiva y radical. Y eso si seguimos con vida como especie el próximo siglo o milenio, porque a veces siento y pienso que las pequeñas y grandes decisiones de nuestros actuales dirigentes no nos llevan hacia una vida colectiva mejor y más justa, sino hacia la autodestrucción.

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