Acoracodet: Cuarto poder


Dicen que la prensa es el cuarto poder y no seré yo quien opine lo contrario, aunque tengo muchas dudas y me parece que hay mucho que matizar a este respecto. Esta expresión viene de antiguo y es atribuida al escritor y político liberal anglo-irlandés Edmund Burke, que desarrolló su actividad durante la segunda mitad del siglo XVIII y que se postuló en contra de la Revolución Francesa.

Por tanto, la equiparación de la prensa a un poder a la sombra o en paralelo a las instituciones no procede del entorno de los profesionales de la comunicación, sino de un representante político, una idea que se ha vuelto a reiterar tres siglos después, durante la campaña de las Elecciones Generales al Parlamento Español.

Durante esta campaña he escuchado y leído en varias ocasiones un mensaje lanzado por el candidato a presidente Mariano Rajoy y por diferentes figuras del Partido Popular, respecto a que ellos constituyen una 'formación seria' y no un grupo surgido de las tertulias de los platós de televisión.

No voy a entrar a analizar si el Partido Popular es una formación seria o no, pero sí en la segunda parte de la frase, en la que se trata de trasladar la sensación de que los partidos emergentes Podemos y Ciudadanos son poco menos que invenciones de los medios informativos. Aquí es donde se equivocan, por desconocimiento del sector de la comunicación, o mienten deliberadamente.

El primer objetivo de las empresas que se dedican a la comunicación es conseguir audiencia, porque cuanto más espectadores o lectores tengan, mayores ingresos conseguirán por publicidad y venta de sus productos, esto último especialmente en el caso de los periódicos y las revistas.

La audiencia da influencia, pero también es cierto que algunos medios se han especializado en segmentos de población que no son numerosos pero que tienen una gran capacidad de ser también influyentes en su entorno, como son los maestros, sanitarios y profesionales con titulación superior.

Tertulias en las que participan políticos han existido siempre, pero la primera que se consolidó en esta década con un formato claramente de debate político plural fue 'La Sexta Noche', que comenzó a emitirse el 26 de enero de 2013 y que en su primera temporada tuvo una cuota de pantalla del 6,6 por ciento. En la segunda temporada la cuota de pantalla subió al 9 por ciento y en la tercera, que finalizó en agosto de 2015 alcanzó el 11,7. En dos años prácticamente duplicó su audiencia.

Mediaset España, competencia de Atresmedia (propietaria de La Sexta), le vio las orejas al lobo y decidió empezar a emitir en Cuatro 'Un Tiempo Nuevo' desde el 25 de octubre de 2014, llegando a alcanzar en su primera temporada un 10,1 por ciento de audiencia, aunque ha bajado en esta segunda hasta el 4,7. Si sumamos las audiencias de las temporadas completadas en ambas cadenas, la tercera de La Sexta y la primera de Cuatro, tenemos que la audiencia media de espectadores de estos programas de debates fue del 21,8 por ciento, que representa a más de 2,5 millones de personas.

Durante este tiempo, se han celebrado cuatro procesos electorales: al Parlamento Europeo en mayo de 2014, las municipales y autonómicas de mayo de 2015, las catalanas de septiembre pasado y las Generales de este 20 de diciembre.

Si en todas las tertulias había siempre un representante del Partido Popular, al igual que del Partido Socialista, ¿cómo se explica la paulatina pérdida de porcentaje de votos de ambas formaciones respecto a los partidos emergentes? ¿Son los medios o son sus discursos y sus actos?

Creo que atribuir a los medios de comunicación la capacidad de cambiar el liderazgo político de un país resulta exagerado. En democracia, todos los poderes emanan del pueblo, que es soberano o, cuanto menos, intenta serlo. Los partidos políticos son quienes proponen proyectos y representantes al electorado para administrar las diferentes instituciones, cada cierto número de años.

Los medios de comunicación todos los días, semanas o meses proponen a la sociedad los contenidos que creen que más pueden interesarles y cuando no obtienen éxito buscan otros, porque necesitan del público para sobrevivir, y cuando no lo consiguen, desaparecen. Necesitan ser elegidos con más frecuencia que los representantes de los partidos políticos, que también pueden llegar a desaparecer o diluirse en nuevas coaliciones.

Quienes acusan a los medios de convertir a la política en un espectáculo quizá lleven razón, solo que los actores no los ponen los medios, se ponen ellos solos. Los medios ponen las cámaras, los micrófonos, las letras o el papel, que constituyen el escenario donde se desarrolla la democracia contemporánea. Y si la función que se representa no gusta puede ser por dos motivos: porque el argumento y los actores son malos, o porque quien lo ve no apuesta por la libertad.

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