Enen: Podencos canarios (Anubis)

En Canarias vivimos rodeados de tesoros, no siempre valorados como se merecen. Este es el caso del Podenco Canario, una raza descrita por la Real Sociedad Canina de España como "un perro de origen faraónico", traído a Canarias "probablemente por fenicios, griegos, cartagineses o, incluso, por los mismos egipcios". También lo destaca como "una de las razas más antiguas que existen, pudiéndose encontrar vestigios grabados, estatuas, bajorrelieves... en las tumbas de los faraones y museos como el Louvre y Bristish Museum. Tiene esta raza una antigüedad aproximada de siete mil años."

El Podenco Canario mantiene vínculos genéticos y estéticos con el Cirneco del Etna, descendiente de los antiguos perros de caza que eran criados en el valle del Nilo durante la época de los faraones y que fueron llevados a Sicilia por los fenicios, aunque investigaciones más recientes apuestan porque se trata de una raza autóctona de origen siciliano proveniente precisamente de los parajes del Etna.

También guarda un gran parecido con el Podenco Ibicenco y con el Pharaoh Hound o Podenco Faraónico autóctono de Malta y que en aquella isla se le conoce en el idioma local como Kelb-tal Fenek, que significa perro conejero. En todos los casos, aunque quizá menos en el ibicenco, su aspecto resulta idéntico a las imágenes que se conservan en pinturas y esculturas del dios egipcio Anubis.

No es casualidad que sean precisamente en tres islas del Mediterráneo y en Canarias donde existan estas razas con un origen tan antiguo, ya que, en los continentes, el mestizaje con otros perros diferentes, junto a la continua adaptación a todo tipo de cambios, traen como consecuencia transformaciones morfológicas y estéticas en la descendencia de estos canes, mientras que aislamiento insular facilita la preservación de las características originales de la raza.

El pasado verano tuve la oportunidad de contemplar la talla en madera de lo que parecía un Podenco Canario sobre un sarcófago egipcio en el Museo Británico. Esta visión tan cercana me recordó algo que también compartían los guanches con los egipcios antiguos: la necesidad de momificar a sus muertos más ilustres.

No me extraña que los egipcios convirtieran a los ancestros de los podencos canarios en uno de sus dioses, Anubis, si eran como los conocemos actualmente. Hace un par de años, mi hija Malena adoptó del albergue de animales de Valle Colino a una joven podenca canaria que había sido abandonada, a la que puso por nombre Dafne.

¿Qué les puedo decir de ella? Su mirada es pura inteligencia emocional, que rebosa por sus ojos y largas orejas, porque no cabe en el pequeño cráneo que la evolución natural le ha asignado, pese a la matemática perfección de sus perfiles. Su afilado hocico es el vértice del radar que orienta su fino oído y su lengua desparrama afecto incontenido por donde quiera que la lance, siempre dirigida hacia un objetivo querido.

También tiene otras virtudes, como ser una ladrona de todo lo que sea comestible que haya quedado en descuido y se encuentre a su alcance, además de transportar, esconder y mordisquear cualquier objeto que considere valioso para mantener su estatus divino.

Por todo ello, no me extraña que Anubis haya sido para los egipcios antiguos el símbolo de la transición entre la vida y la muerte, porque una compañía así enriquece al ser humano en su existencia, y si ésta se prolonga más allá de lo tangible y razonable, ¿encontraríamos mejor guía y apoyo en la nueva dimensión?

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