Chamalon, coren ast coren, chamalon: Mujeres, hombres o viceversa

Este texto no trata sobre el programa de televisión titulado 'Mujeres, hombres y viceversa', aunque tengo que reconocer que lo poco que he visto de ese espacio de entretenimiento, calificado desde algunos sectores como telebasura, junto a algún que otro documental, ha ejercido en mí cierta influencia sobre la forma de abordar algunos aspectos relativos a las relaciones entre hombres y mujeres de este país y dentro del mundo civilizado, con el agravante de que tengo la impresión de que tendemos a parecernos cada vez más a quienes intervienen en el programa aludido y no al contrario, quizá por efecto de su millonaria audiencia.

Todo comienza con la celebración el día 8 de marzo del Día Internacional de la Mujer, cuando los medios de comunicación ofrecen diferentes informaciones sobre la situación de desigualdad laboral y de oportunidades que sufren las mujeres en diferentes ámbitos y territorios, pero sobre todo ante y entre las élites de poder.

Después, un amigo me comenta que no entiende porqué se ha cambiado el nombre de la celebración, que antes se llamaba Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pero creo que la instauración de este día trasciende lo laboral y debe abarcar todos los ámbitos de la vida humana, para lo cual queda aún mucho camino por recorrer, tanto a las actuales como a las nuevas generaciones.

A raíz de esa celebración, me llega un vídeo, cuyo mensaje comparto, con una reflexión sobre violencia de género realizada por el periodista Iñaki Gabilondo en su blog http://blogs.elpais.com/la-voz-de-inaki, mientras los medios de comunicación siguen informando sobre nuevas víctimas mortales de la violencia machista, lo que significa que la alarma social no consigue que disminuyan los asesinatos por esta causa y que se necesitan nuevas medidas.

Entonces me vienen a la memoria algunos documentales sobre animales salvajes, donde los machos también matan a las hembras por una cuestión de superioridad física. Recuerdo con especial crueldad una secuencia en la que un león mata y luego devora a una leona que no le parecía lo suficientemente sumisa, en lo que parece una advertencia al resto de las hembras de la manada.

Algunos machos humanos reproducen estos comportamientos agresivos de otras especies, pero ¿no decimos ser mejores o superiores que el resto de los animales? Entonces ¿por qué nos matamos entre nosotros más que cualquier otra especie salvaje entre sí o eso es fruto de encontrarnos en la cúspide de la pirámide alimenticia? ¿El poder es siempre sinónimo de abuso?

Pero la violencia no se ejerce sólo con armas o con el uso de técnicas de ataque agresivo con partes del propio cuerpo, sino también con la palabra, difundiendo mentiras y falsos argumentos que tratan de destruir la vida de la persona o personas que son objetivos de los violentos, a través de poner en duda su reputación, tanto personal como profesional. A nivel doméstico, hemos conocido un intento reprobable en los últimos días, que espero no prospere y se vuelva contra sus instigadores, porque no ofende quien quiere, sino quien puede.

Por lo general, no me resultan extrañas, aunque sí aberrantes, algunas manifestaciones machistas realizadas por presuntos profesionales de la información que se ponen delante de un micrófono, una cámara o un teclado de ordenador sin intención de formar, informar o entretener, sino más bien denigrar a terceros, envenenar con odio a la audiencia y obtener rentabilidad económica con ello, cuando deberían cumplir unos mínimos criterios de rigor en sus comentarios y con el código deontológico que proporciona cierta credibilidad a la actividad periodística.

Habitualmente lo que se pretende con este tipo de polémicas es ganar protagonismo para obtener más audiencia y nuevos anunciantes, por eso no voy a citar a ninguno de los patéticos personajes de esta lamentable historia, pero sí voy a reproducir sus comentarios, porque considero denigran a la profesión periodística a la que pertenezco, tanto si la ejercen hombres como mujeres. Entre las insidias que dedican ambos (porque aunque uno es el que habla el otro asiente) a tres personas se encuentran "cortesanas de la gastronomía", "con escotito y apretaditas", "niñas que no saben ni coger los cubiertos", "mequetrefes", "culichiches", "que se han pasado su vida trepando y adulando a los directores de sus medios" y cuya "única manera de trepar es ponerse unos pantalones apretados".


No sé si conozco a las tres personas aludidas, pero los insultos y las 'ideas' que transpiran estas palabras hacia ellas me sugieren algunas preguntas que me inquietan: ¿El vestuario es una opción individual o colectiva? ¿Podemos elegir cada uno la forma de vestirnos sin temor a ser insultados? ¿Los vestidos apretados y los escotes incitan a los hombres a valorar mejor o a vejar a las mujeres? ¿Es posible trepar con pantalones ajustados? ¿Los directores de los medios de comunicación y otros responsables ascienden o dan mayor sueldo a las mujeres que mejor muestran sus atributos femeninos? ¿Los contertulios que difunden estas ideas se dejan influir en sus decisiones por los escotes y los pantalones apretados? ¿Son estas expresiones propias de un homo sapiens sapiens o quizá se encontraban poseídos en esos momentos por un diabólico espíritu irracional? ¿Es una prebenda ir a Madrid Fusión a realizar un trabajo informativo que se consigue con pantalones ajustados y otras 'artimañas'? ¿Está el presidente del Cabildo Carlos Alonso o alguno de sus colaboradores a favor de los escotes y pantalones ajustados? ¿Comparten las empresas para las que trabajan los contertulios sus manifestaciones? ¿Hasta donde han ascendido las mujeres aludidas porque no veo a muchas periodistas con cargos de responsabilidad en medios o en instituciones y las que conozco son magníficas profesionales, mejores que muchos hombres que han ocupado antes los mismos cargos?

Lo curioso de este asunto es que tras haberse convertido en noticia, van ambos individuos en redes sociales y no piden disculpas, sino que echan más leña al fuego. Uno de ellos escribe: "Ni soy machista ni lo he sido nunca. Una vez leído todo, será cuestión de aclarar 'la verdad' de las cosas. Y será pronto. No comparto los valores de los 'trepas', sean hombres o mujeres. Para triunfar en la vida no hay que acostarse con ningún jefe, y por eso se ha luchado mucho ¡Se va a liar una buena!”. Este comentario es reproducido por el otro tertuliano, que además añade: “Estas 'cortesanas de la gastronomía' de perversos valores que han maldecido al periódico El Día, y sus premios y publicaciones de gastronomía, les voy a cantar pronto cuatro cosas una por una. Son malas, malas compañeras y malas periodistas (como su mentor que les pagaba con dinero público) e incompetentes de solemnidad. Y a las cuatro rojas desquiciadas que entienden que acostarse con su jefe es la mejor manera de ascender, les voy a decir también otras cuatro cosas. Los valores del mundo de hoy, que son los que quiero para mi sobrina de 10 años, no son los que predican estas alegres mujeres que se creen que el mundo debe estar a sus pies como los hombres!!"

Ante estas afirmaciones, lo primero que me sale desde el revuelto de tripas que me producen es: ¡Guárdame un cachorro de tus valores, 'colega'! (los canarios sabemos lo que significa).

Una vez sereno, hago un poco de memoria y recuerdo que a lo largo de cerca de 30 años de trayectoria profesional he tratado con muchos directores y periodistas de ambos sexos, unos y unas más o menos guapos o guapas y mejor o peor vestidos, pero debo haber tenido mala suerte y nunca he conocido a ninguno o ninguna que responda a ese 'modelo' de director y de 'trepadora'. Casi todos los que conozco, a unos más y a otros menos, tienen defectos y virtudes, pero la mayoría trabaja muchas más horas que las que pone su contrato, sacrifican tiempo que deberían dedicar a la familia o al ocio para tratar de superarse en un contexto altamente competitivo y, a cambio, reciben críticas constantes desde todos los ámbitos a su labor, porque aunque intentan hacer lo mejor que pueden y saben, no son perfectos ni capaces de enterarse de todo ni de predecir el futuro. Aunque también reconozco que me he tropezado alguna vez con deshonrosas excepciones, que mayoritariamente suelen ser masculinas.

Lo triste de todo esto no son sólo los improperios o los abyectos comentarios machistas o sexistas, sino que también conozco decenas de periodistas sin empleo y otros tantos con salarios vergonzosos para un titulado universitario que serían capaces de hacer mejor el trabajo de estos tertulianos trogloditas, pero que han sido 'bendecidos' desde ciertas instancias políticas y empresariales para mantener vigente una ideología que impide que exista igualdad de oportunidades para todos y, especialmente, para los diferentes a ellos.

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