Temuno: Dinero


¿Qué es el dinero? ¿Cuál es su valor real? Lo usamos constantemente, compramos más cosas inútiles que útiles con él, pero ¿qué significado tiene en nuestra cotidiana existencia? ¿Vivimos para él o viceversa? ¿Somos sus dueños o él es nuestro dueño?

La Real Academia Española de la Lengua tiene recogidos en su diccionario hasta 27 posibles significados, todos ellos vinculados a tres esenciales: moneda corriente, hacienda o fortuna y medio de cambio o de pago aceptado generalmente.

El dinero puede ser bueno o abundante, ofrecer interés, hacer llamadas (a veces a cobro revertido) para conectar con otros dineros, ser contante y sonante, de plástico, de papel o metálico y trocado. También puede ponerse rojo o estar podrido, negro o sucio, aunque puede ser lavado, pero tiene que ser en seco, porque cuando se sumerge en la cruda realidad de los desastres históricos pasa a convertirse en papel mojado o en plomo que se hunde hasta perder su valor.

Una de las paradojas de su existencia es que cuando más consigue sumarse, más cobarde se vuelve y necesita buscar refugio en paraísos fiscales. En cambio, cuando escasea o se junta en grupos reducidos se envalentona, se vuelve arriesgado y se presta a financiar empresas y emprendedores, aunque también corre el peligro de perderse, sobre todo si se adentra en la enmarañada selva de las apuestas en juegos de resultado incierto o en negocios de fracaso garantizado.

Algunas sociedades humanas sobreviven felices sin dinero. Pertenecen a culturas de cazadores y recolectores que toman de la naturaleza lo que necesitan y lo comparten entre los de su grupo y hasta con los de fuera. Y por mucho que intentemos explicarles para qué sirve el dinero, nunca lo entenderán, porque no lo necesitan.

No se encuentran en parajes remotos, sino que habitan relativamente cerca de algunas de nuestras ciudades. Simplemente nos observan y deciden seguir adelante con su forma de vida y no compartir la nuestra. No nos piden ayuda, pero cuando alguno de nosotros la necesita, en forma de alimento, vestido o cuidados, nos la dan sin pedir nada a cambio, aunque agradecen que les dejemos algún recuerdo de nuestro paso por allí.

Y si queremos quedarnos junto a ellos, tampoco tienen problemas en mezclarse con nosotros ni en convivir mientras respetemos sus costumbres. Sólo seremos diferentes y ellos tienen la suficiente sabiduría para aceptar la diferencia.

Sin embargo, dentro de nuestra civilización actual resulta muy complicado, aunque no imposible, vivir sin dinero, porque nos hemos especializado de tal manera que cada uno desarrolla una función determinada y para que todos tengamos cubiertas las necesidades básicas, tanto en lo material como en lo afectivo, se han creado grandes y pequeñas estructuras de interdependencia.

Dentro de este entramado, el dinero es la sangre que nutre a todo el sistema, de manera que fluye de un lado a otro en función teóricamente de la necesidad, aunque en la práctica se mueve en muchas ocasiones a merced del capricho o de una suma de voluntades guiadas por la codicia.

A título individual, para acceder al dinero en las actuales circunstancias encontramos varios caminos socialmente aceptados. El más común es vender nuestro tiempo disponible, trabajando para que el sistema de interdependencia funcione. Para ello nos forman desde pequeños, con la esperanza de que podamos ser útiles en alguna de las múltiples y cualificadas tareas precisas para el mantenimiento o mejora de las actuales estructuras de interdependencia.

Otra opción igualmente válida es impulsar una idea y obtener ingresos por ella por parte de personas que la consideran útil o atractiva para hacer mejor su vida o la función que desarrollan. Esta es la labor de los emprendedores y creadores de empresas, que afrontan el riesgo de que su propuesta sea aceptada y les permita acceder al flujo de dinero que consideran adecuado a su esfuerzo y talento.

El comercio también entraría dentro de este ámbito, ya que consiste en comprar mercancías o artículos potencialmente interesantes para un determinado público y acercárselos para que éstos las compren a un precio mayor que la suma del coste inicial en el mercado de origen más el precio del transporte, y obtener así un beneficio con dicha venta.

Existen más vías válidas para acceder al dinero y luego estarían las ilegales, pero no voy a extenderme en su descripción porque no me ayudan a llegar a la raíz del asunto, a tratar de conseguir alguna respuesta a las preguntas iniciales.

En base a lo argumentado, el dinero actual podría consistir en una mezcla entre el tiempo que dedicamos a ejercer una actividad y la acumulación de ideas que contribuyen a la prosperidad de la sociedad. Es decir, que tendría un contenido completamente inmaterial y su valor real estaría vinculado a los propios valores de la sociedad que lo utiliza.

Y en este punto es donde me surge la mayor y más temible de todas las preguntas respecto al dinero. ¿Por qué no hay disparidades entre ricos y pobres en las sociedades donde no existe el dinero y donde todos comparten por igual lo que tienen, aun siendo diferentes?

Habrá quien afirme que quienes no tienen dinero son pobres de solemnidad, pero ¿puede llamarse pobre a quien dispone de todo lo que necesita para vivir y es feliz con ello? ¿No es la pobreza actual un concepto comparativo de la civilización urbana que mide la distancia entre la carencia y la abundancia de dinero? Y si es así ¿por qué no llega el dinero en cantidad suficiente para quien lo necesita aunque trabaje o quiera trabajar? ¿Qué obstáculos existen para que no llegue a esas personas a las que les urge para sobrevivir?

Si el dinero es una expresión inmaterial de nuestros valores sociales, el euro, el dólar, el franco suizo o la libra esterlina dicen muy poco sobre los principios sobre que se asientan los países que emiten y utilizan esas monedas y que, en teoría, son los que inspiraron la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.

Comentarios

Entradas populares